[Escrito el 03/08/2006]
Me he prometido a mi mismo que esta página no va a quedar en blanco. No esta vez. No de nuevo, ni después de tanto tiempo. La llenaré de trazos inconexos, de huellas de hormiguita, de acordes deshilvanados, de frustraciones, de algún que otro acierto, de mil y una caras; las mías, las del espejo, las de los demás.
Escribo un recién estrenado 3 de agosto de 2006 (son la 1:44 de la madrugada). Va a ser jueves y va a hacer un calor insoportable. Estoy escuchando “silvia”, de Joaquín Calderón, por primera vez. Qué manera de tocar la guitarra, que envidia y qué desánimo. Ahora que me estoy bajando todas las canciones que puedo de Luis Ramiro, Marwan, Antonio de Pinto, Carlos Chaouen y compañía, me doy cuenta de mi pequeñez, de mi ignorancia, de lo iluso que he sido y soy. Del acto de fe que va a suponer a partir de ahora volver a coger una guitarra. Y de que eso es precisamente lo próximo que voy a hacer en cuanto suelte el teclado.
Hace ya siete meses que dejé mi trabajo de oficina, de explotado agónico e hipocondríaco, de insomnio, angustia y hombros arrastrados. Siete meses en los que no he hecho absolutamente nada. He trabajado aquí y allá. He cometido un rastrero error, que aún corregido escuece, del que ya hablaré más adelante. He estudiado una oposición de la que me examiné sin éxito en junio y de la que me volveré a examinar el 8 de octubre, un día después de cumplir 27 años, y para la que me falta por completo la motivación. Tenía que estar enfrascado y dedicado por entero al estudio, y aquí estoy divagando, alargando el sueño para volver a levantarme tarde mañana y volver a no hacer nada en todo el día.
Por mucho que escriba no creo que encuentre una salida a este laberinto. Por supuesto, se puede seguir adelante así también, y seré feliz, seguramente, trabajando de lo que sea (qué más da si nada me va a bastar), incluso puede que consiga ser funcionario para poder ser un vago de profesión reconocida y remunerada. Y seré feliz viviendo con bego, pagando hipotecas, facturas, pañales, guarderías... y seré feliz teniendo esa vida que en realidad jamás me había imaginado. Supongo que justo al contrario que la mayoría de la gente.
Pero... (si no hubiera un pero no estaría escribiendo esta chorrada)... ains... aquí hay una espinita. Está clavada en todas partes en general, y siempre está ahí, presente en todos los aspectos de mi vida. Es como un rumor, un ruidito molesto del que no acaba de encontrarse el origen, un mal olor que no se sabe de dónde proviene (has sido tu? Porque yo no...), un pequeño vacío, más o menos arrinconado, dependiendo del momento. De subida (como ahora) no se nota demasiado, es sólo una canción que de vez en cuando tarareas porque te suena, porque es pegadiza. Pero de bajada... de bajada ese pequeño vacío es una inmensa grieta insalvable, un abismo del que cada vez que piensas que has tocado el fondo, ese fondo vuelve abrirse bajo tus pies. Y siempre hay más y peor.
Pero bueno, no dramaticemos tanto, que ahora estoy bien y no me apetece ponerme en plan “esa sombra que persigue mi destino me sonríe” y ese tipo de chorradas recurrentes. Simplemente diciendo que ahora estoy bien ya queda implícito que no siempre lo he estado, y eso es suficiente por ahora.
He cambiado a Luis Ramiro. Son las 2:22 y voy a maltratar un rato las cuerdas de mi guitarra antes de irme a dormir. Disculpas anticipadas.
viernes, 18 de enero de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario