Hace 16 años, un bar de copas abrió sus puertas en Móstoles. Se llamaba “Delicatessen”. En la fachada, unas luces de neón representaban una botella llenando una copa. En los años sucesivos, a su alrededor empezaron a surgir muchos otros garitos, en lo que vino a conocerse como “la zona de arriba”: El Una Noche, la Tapadera, el Parklife, el Jardín Botániko, el Capitán, el Aduana, el Límite, la Gramola... A finales de los 90, la época dorada de los bares de copas en Móstoles coincidía con los últimos coletazos de la mejor música de la historia de este país. Héroes, Celtas, El Último de la Fila, Los Rodriguez, Revólver, Los Secretos, Extremoduro, Siniestro Total, Loquillo, Radio Futura, Duncan Dhu... y un inmenso etcétera.
El siglo XXI se los llevó a todos. A la música y a todos esos míticos locales. A todos menos a uno. El Deli sobrevivía, fiel a la música de siempre. Hoy que, parafraseando a Battiato, vivimos sumergidos en basuras musicales, cruzar las puertas del Deli era traspasar la barrera del tiempo, y todos esos mostoleños que ahora rondamos la treintena, que nacimos y crecimos en esta ciudad, teníamos la oportunidad de volver a aquellos años en que tras esos mismos muros y bajo esa misma música, disfrutamos y vivimos nuestra mágica adolescencia.
Ayer, el Deli echó el cierre por última vez. En su última noche, el local estaba lleno hasta la bandera de todos aquellos que quisimos acercarnos a rendirle su último adiós. Y entre tema y tema, enlazados con la magia que sólo Juan sabía obrar, se escuchaban los gritos desesperados de los nostálgicos incurables. “No nos moverán”. “Deli, Deli”, gritábamos, y las lágrimas acudían a nuestros ojos.
Cuando finalmente tuvimos que salir (la policía no entiende de homenajes), todos nos quedamos esperando fuera, incapaces de marcharnos. Para dedicarles una merecidísima ovación a Rubén y a Juan, que se fundieron en un abrazo ante las puertas del Deli, que jamás volverán a abrir. Para mirarnos a las caras y darnos cuenta que seguimos siendo los mismos que hace quince años. Para intentar convencernos de que lo que vive tan dentro de nosotros jamás podrá morir. Como rezaban algunas de las camisetas conmemorativas que llevaba la gente, ayer terminó un mito. Hoy empieza la leyenda.
domingo, 20 de enero de 2008
viernes, 18 de enero de 2008
critica de cine: "Expiación"
Título original: Atonement
Nacionalidad: Reino Unido
Año: 2007
Director: Joe Wright
Guión: Christopher Hampton
Reparto: Keira Knightley, James McAvoy, Saoirse Ronan.
Soporífera película de Joe Wright (Orgullo y Prejuicio), que como en su anterior cinta nos ofrece un producto correctamente acabado (impecables la ambientación, el vestuario, la fotografía, excelente la banda sonora) pero completamente incapaz de llegar al espectador. La película fracasa estrepitosamente a la hora de transmitir emociones, que es de lo que se debe tratar en una historia que quiere hablar de amor, destino, pasión y culpabilidad. El director vuelve a caer en el error de pensar que realizar una adaptación de una novela es como fabricar un jarrón chino artesanal. El cine no entiende de cerámicas, es un arte animado que precisa mucho más que un buen atrezzo. El ritmo de la cinta es completamente inexistente hasta el bostezo, y las interpretaciones son sólo correctas, a excepción de la joven Saoirse Ronan, que es la única en toda la película capaz de despertar la empatía en el espectador. En definitiva, una película de una factura técnica impecable, pero aburrida e ineficaz. Recetable para curar insomnios.
Nacionalidad: Reino Unido
Año: 2007
Director: Joe Wright
Guión: Christopher Hampton
Reparto: Keira Knightley, James McAvoy, Saoirse Ronan.
Soporífera película de Joe Wright (Orgullo y Prejuicio), que como en su anterior cinta nos ofrece un producto correctamente acabado (impecables la ambientación, el vestuario, la fotografía, excelente la banda sonora) pero completamente incapaz de llegar al espectador. La película fracasa estrepitosamente a la hora de transmitir emociones, que es de lo que se debe tratar en una historia que quiere hablar de amor, destino, pasión y culpabilidad. El director vuelve a caer en el error de pensar que realizar una adaptación de una novela es como fabricar un jarrón chino artesanal. El cine no entiende de cerámicas, es un arte animado que precisa mucho más que un buen atrezzo. El ritmo de la cinta es completamente inexistente hasta el bostezo, y las interpretaciones son sólo correctas, a excepción de la joven Saoirse Ronan, que es la única en toda la película capaz de despertar la empatía en el espectador. En definitiva, una película de una factura técnica impecable, pero aburrida e ineficaz. Recetable para curar insomnios.
página en blanco
[Escrito el 03/08/2006]
Me he prometido a mi mismo que esta página no va a quedar en blanco. No esta vez. No de nuevo, ni después de tanto tiempo. La llenaré de trazos inconexos, de huellas de hormiguita, de acordes deshilvanados, de frustraciones, de algún que otro acierto, de mil y una caras; las mías, las del espejo, las de los demás.
Escribo un recién estrenado 3 de agosto de 2006 (son la 1:44 de la madrugada). Va a ser jueves y va a hacer un calor insoportable. Estoy escuchando “silvia”, de Joaquín Calderón, por primera vez. Qué manera de tocar la guitarra, que envidia y qué desánimo. Ahora que me estoy bajando todas las canciones que puedo de Luis Ramiro, Marwan, Antonio de Pinto, Carlos Chaouen y compañía, me doy cuenta de mi pequeñez, de mi ignorancia, de lo iluso que he sido y soy. Del acto de fe que va a suponer a partir de ahora volver a coger una guitarra. Y de que eso es precisamente lo próximo que voy a hacer en cuanto suelte el teclado.
Hace ya siete meses que dejé mi trabajo de oficina, de explotado agónico e hipocondríaco, de insomnio, angustia y hombros arrastrados. Siete meses en los que no he hecho absolutamente nada. He trabajado aquí y allá. He cometido un rastrero error, que aún corregido escuece, del que ya hablaré más adelante. He estudiado una oposición de la que me examiné sin éxito en junio y de la que me volveré a examinar el 8 de octubre, un día después de cumplir 27 años, y para la que me falta por completo la motivación. Tenía que estar enfrascado y dedicado por entero al estudio, y aquí estoy divagando, alargando el sueño para volver a levantarme tarde mañana y volver a no hacer nada en todo el día.
Por mucho que escriba no creo que encuentre una salida a este laberinto. Por supuesto, se puede seguir adelante así también, y seré feliz, seguramente, trabajando de lo que sea (qué más da si nada me va a bastar), incluso puede que consiga ser funcionario para poder ser un vago de profesión reconocida y remunerada. Y seré feliz viviendo con bego, pagando hipotecas, facturas, pañales, guarderías... y seré feliz teniendo esa vida que en realidad jamás me había imaginado. Supongo que justo al contrario que la mayoría de la gente.
Pero... (si no hubiera un pero no estaría escribiendo esta chorrada)... ains... aquí hay una espinita. Está clavada en todas partes en general, y siempre está ahí, presente en todos los aspectos de mi vida. Es como un rumor, un ruidito molesto del que no acaba de encontrarse el origen, un mal olor que no se sabe de dónde proviene (has sido tu? Porque yo no...), un pequeño vacío, más o menos arrinconado, dependiendo del momento. De subida (como ahora) no se nota demasiado, es sólo una canción que de vez en cuando tarareas porque te suena, porque es pegadiza. Pero de bajada... de bajada ese pequeño vacío es una inmensa grieta insalvable, un abismo del que cada vez que piensas que has tocado el fondo, ese fondo vuelve abrirse bajo tus pies. Y siempre hay más y peor.
Pero bueno, no dramaticemos tanto, que ahora estoy bien y no me apetece ponerme en plan “esa sombra que persigue mi destino me sonríe” y ese tipo de chorradas recurrentes. Simplemente diciendo que ahora estoy bien ya queda implícito que no siempre lo he estado, y eso es suficiente por ahora.
He cambiado a Luis Ramiro. Son las 2:22 y voy a maltratar un rato las cuerdas de mi guitarra antes de irme a dormir. Disculpas anticipadas.
Me he prometido a mi mismo que esta página no va a quedar en blanco. No esta vez. No de nuevo, ni después de tanto tiempo. La llenaré de trazos inconexos, de huellas de hormiguita, de acordes deshilvanados, de frustraciones, de algún que otro acierto, de mil y una caras; las mías, las del espejo, las de los demás.
Escribo un recién estrenado 3 de agosto de 2006 (son la 1:44 de la madrugada). Va a ser jueves y va a hacer un calor insoportable. Estoy escuchando “silvia”, de Joaquín Calderón, por primera vez. Qué manera de tocar la guitarra, que envidia y qué desánimo. Ahora que me estoy bajando todas las canciones que puedo de Luis Ramiro, Marwan, Antonio de Pinto, Carlos Chaouen y compañía, me doy cuenta de mi pequeñez, de mi ignorancia, de lo iluso que he sido y soy. Del acto de fe que va a suponer a partir de ahora volver a coger una guitarra. Y de que eso es precisamente lo próximo que voy a hacer en cuanto suelte el teclado.
Hace ya siete meses que dejé mi trabajo de oficina, de explotado agónico e hipocondríaco, de insomnio, angustia y hombros arrastrados. Siete meses en los que no he hecho absolutamente nada. He trabajado aquí y allá. He cometido un rastrero error, que aún corregido escuece, del que ya hablaré más adelante. He estudiado una oposición de la que me examiné sin éxito en junio y de la que me volveré a examinar el 8 de octubre, un día después de cumplir 27 años, y para la que me falta por completo la motivación. Tenía que estar enfrascado y dedicado por entero al estudio, y aquí estoy divagando, alargando el sueño para volver a levantarme tarde mañana y volver a no hacer nada en todo el día.
Por mucho que escriba no creo que encuentre una salida a este laberinto. Por supuesto, se puede seguir adelante así también, y seré feliz, seguramente, trabajando de lo que sea (qué más da si nada me va a bastar), incluso puede que consiga ser funcionario para poder ser un vago de profesión reconocida y remunerada. Y seré feliz viviendo con bego, pagando hipotecas, facturas, pañales, guarderías... y seré feliz teniendo esa vida que en realidad jamás me había imaginado. Supongo que justo al contrario que la mayoría de la gente.
Pero... (si no hubiera un pero no estaría escribiendo esta chorrada)... ains... aquí hay una espinita. Está clavada en todas partes en general, y siempre está ahí, presente en todos los aspectos de mi vida. Es como un rumor, un ruidito molesto del que no acaba de encontrarse el origen, un mal olor que no se sabe de dónde proviene (has sido tu? Porque yo no...), un pequeño vacío, más o menos arrinconado, dependiendo del momento. De subida (como ahora) no se nota demasiado, es sólo una canción que de vez en cuando tarareas porque te suena, porque es pegadiza. Pero de bajada... de bajada ese pequeño vacío es una inmensa grieta insalvable, un abismo del que cada vez que piensas que has tocado el fondo, ese fondo vuelve abrirse bajo tus pies. Y siempre hay más y peor.
Pero bueno, no dramaticemos tanto, que ahora estoy bien y no me apetece ponerme en plan “esa sombra que persigue mi destino me sonríe” y ese tipo de chorradas recurrentes. Simplemente diciendo que ahora estoy bien ya queda implícito que no siempre lo he estado, y eso es suficiente por ahora.
He cambiado a Luis Ramiro. Son las 2:22 y voy a maltratar un rato las cuerdas de mi guitarra antes de irme a dormir. Disculpas anticipadas.
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